Taller de Francisco Giralte (¿Palencia?, circa 1510 – Madrid, 1576)
“Los Evangelistas San Marcos y San Mateo”
Pareja de relieves en madera ¿de nogal? tallada, policromada y dorada. Segundo tercio del siglo XVI.
60 x 26 x 5,5 cm cada uno.
Los relieves de los Evangelistas San Marcos y San Mateo que presentamos son dos obras maestras tanto por su calidad plástica como por la rica policromía a base de estofados con la que el anónimo pintor les infundió vida. Además del valor puramente estético que poseen ambas piezas también hay que sumar el hecho de que son obras paradigmáticas, y perfectos ejemplos del renacimiento castellano, en el que se dan cita elementos característicos tales como las "draperies", las tarjas o cueros recortados, los mascarones o los bucráneos. Es probable que en origen ambos evangelistas formaran parte de un grupo completo junto con San Juan y San Lucas, y que todos ellos pertenecieran a un retablo, en el cual irían dispuestos en su banco o en el ático dando así mayor airosidad al conjunto.
Ambos santos aparecen en posturas muy movidas que dinamizan la composición, disponiendo el pie o la rodilla sobre un pequeño podio decorado en su frente con finas labores vegetales con motivos a candelieri. A su vez ambos están dispuestos sobre una plataforma circular decorada en su parte inferior por bucráneos con draperies en el caso de San Mateo, y de una especie de concha sujetada por tarjas o cueros recortados en el de San Marcos. A cada uno de los evangelistas les acompaña su propio viviente: el Ángel de San Mateo y el León en el de San Marcos.
San Mateo es un hombre mayor que peina cabellos canos y barba del mismo color de aspecto nervioso y compuesto por mechones serpenteantes. Presenta un gesto serio que recuerda la terribilitá de Miguel Ángel. La elevada edad del santo queda perfectamente reflejada por la notoria blandura y morbidez que presenta el rostro, con las mejillas y frente arrugadas. Viste una túnica dorada que se ciñe a su cuerpo, insinuando sus formas, y un manto que dispuesto sobre la cabeza le cae cruzándole el cuerpo en diagonal a la altura del pecho. Por su parte los pies van protegidos por unas sencillas sandalias. El Ángel que le acompaña está dispuesto en una dinámica y acrobática postura, con una de las piernas notoriamente adelantada y los brazos elevados para sujetar el libro al santo.
Por su parte, San Marcos es un hombre algo más joven, y se demuestra en el tono ocre de su cabello y barba, los cuales son más cortos que los de su compañero y compuestos por mechones algo más gruesos y compactos. El rostro, de amplia frente y afiladas cejas, muestra un gesto que denota su fuerza interior. Los ojos son grandes y están pintados en la propia madera, la nariz es curva y la boca pequeña y entreabierta. Estos y el resto de rasgos faciales están labrados con minuciosidad y denotan la mano de un escultor altamente cualificado, como así también lo indican la verosimilitud anatómica con que han sido tallados los pies y las manos y la soltura a la hora de concebir los plegados de los ropajes. Así, viste túnica, sobretúnica abierta en forma “V” en el pecho y un amplio manto que le cubre la espalda y se recoge a la altura de la cadera en la pierna izquierda. A su lado encontramos a “su” León, que peina cabellos y barba dorada y extiende sus grandes alas como para proteger al evangelista. En esta ocasión no es su “viviente” el que le sostiene el evangelio, sino que es el propio santo el que lo tiene entre sus manos, señalando el texto con uno de sus dedos.
Por los rasgos morfológicos o características estilísticas ambas piezas pueden ser fechadas en el tercio central del siglo XVI y asignadas al taller de Francisco Giralte si no al propio maestro dada su elevada calidad. Así observamos la concepción de ambos santos con un canon corto, algo achaparrado, y con los cuerpos arropados en mantos. Ambos presentan ritmos bellos conseguidos a través de la disposición de las diferentes partes del cuerpo y también de las curvas que dibujan los plegados de sus vestimentas. Giralte fue un hombre con una técnica depurada en la que era capaz de fundir el movimiento berruguetesco y la expresividad característica de la escultura española del momento, con una búsqueda de la belleza y de los valores plásticos.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.