Escuela portuguesa. Mediados del siglo XVIII.
“San Pedro en cátedra”
Escultura en madera tallada, dorada y policromada.
128 x 58 x 58 cm
La monumental pieza que presentamos a continuación efigia al primero de los papas sentado e impartiendo la bendición a los fieles, iconografía que responde al nombre de San Pedro en cátedra. San Pedro aparece sentado sobre una especie de sillón ricamente decorado con motivos vegetales estilizados y dorados, mientras que los reposabrazos culminan en su frente en una especie de hojas planas, también minuciosamente labradas. Por su parte, el copete que remata la parte trasera del mueble lo conforman un rico grupo de hojarascas recurvadas también doradas.
El primero de los papas aparece revestido de pontifical con un alba dorada y una amplia capa pluvial también dorada y abrochada a la altura del pecho por un gran broche en forma de medallón polilobulado. Dichas prendas están surcadas por plegados rígidos y de escaso resalte, lo que no impide que impriman un notable movimiento a la pieza, así como pequeños juegos de claroscuros que le aportan mayor plasticidad. A estas dichas prendas se suma un capillo que tiene colgado de la espalda. Está sin policromar y de él pende una gran borla. La cabeza va tocada por la tiara pontificia, que es una triple corona que simboliza el poder del papa como “pastor supremo”, “maestro supremo” y “sumo sacerdote”, rematada por una cruz. Con las manos, protegidas por guantes negros, ejecuta dos acciones bien diferentes puesto que mientras que la derecha la eleva para impartir la bendición, con la izquierda sostendría sus dos características llaves, actualmente perdidas. La rica policromía dorada que recubre toda la pieza, con la excepción del rostro, se ve complementada en las diferentes prendas de vestir por un tipo de decoración a base de incisiones como es el puntillado que acrecienta la sensación de lujo de estos ropajes.
El santo presenta una cabeza alargada, con rostro de perfil afilado y rasgos faciales menudos. Así, los ojos son almendrados y lleva los párpados remarcados, cejas curvas, nariz afilada y estrecha con las fosas nasales perforadas, boca diminuta de finos labios –mantiene la boca entreabierta, como si de un momento a otra fuera a comenzar a hablar al fiel–, orejas muy pequeñas también con el conducto auditivo perforado y barba menuda compuesta de pequeños mechones curvos. La cabellera sí que adopta un mayor volumen, pero se ve oculta en buena parte debido a la corona que se ciñe sobre su cabeza. Contra lo que suele ser habitual, un anciano de barba blanca, el anónimo escultor ha preferido mostrarnos al santo como un hombre maduro de piel aún tersa y facciones bellas. Por la delicadeza del rostro, los rasgos faciales y los morfológicos del resto de la pieza parece que este precioso San Pedro puede ser asignado a un anónimo maestro portugués de mediados del siglo XVIII, probablemente con taller por las zonas de Coimbra u Oporto.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.