Escuela española o hispanoflamenca. Siglo XV.
“Santa Ana Triple o Santa Ana, la Virgen y el Niño”
Escultura en madera tallada, policromada y dorada.
79 x 26 x 20 cm.
Estamos ante una curiosísima representación de Santa Ana, la Virgen y el Niño –conocida también como Santa Ana Triple o Tríplex, o “Las tres generaciones”–, iconografía que viene a ser un precedente plástico de la idea de la Inmaculada Concepción de María. Surgió a lo largo del siglo XIII, gozando de gran popularidad durante las dos centurias siguientes. Decimos que se trata de una curiosísima representación por cuanto lo más frecuente es ver a las tres generaciones sentadas, y en esta ocasión el anónimo escultor ha optado por retratar a Santa Ana erguida y sujetando entre sus brazos a María y a Jesús. Aunque se trata de una opción iconográfica extraordinaria, sí que cuenta con algunos interesantes ejemplos, caso del que talló Gil de Siloe (ca.1450-1501) para el retablo de Santa Ana situada en la capilla de los Condestables de la Catedral de Burgos.
El escultor ha dispuesto el grupo con las tres figuras de una manera escalonada asimétrica, de suerte que Santa Ana preside la composición desde una posición central, pero algo girada hacia su izquierda, mientras que la Virgen y el Niño, que casi conforman un grupo compacto, están dispuestos de manera oblicua. A pesar de que de esta forma sus miradas llegarían a entrecruzarse, no es el caso. Así, cada una de las tres figuras dirige su vista hacia un punto diferente, de manera que ni se miran ni se interrelacionan, no hay relación de afectividad. Si acaso podemos observar un juego de miradas entre Santa Ana y el grupo de la Virgen con el Niño, los cuales, respectivamente, miran hacia el espectador y hacia el fruto o atributo perdido que portaba en su desaparecida mano derecha.
Los tres personajes han sido representados según las normas de la perspectiva jerárquica. Así, la abuela es el personaje más importante, de ahí su considerable mayor tamaño. De unas dimensiones mucho más reducidas es la Virgen María, y aún más el Niño Jesús, los cuales aparecen, como hemos dejado reseñados, formando un bloque compacto sobre los bazos de Santa Ana.
La abuela aparece de pie, con el cuerpo formando una acentuada curva, cuyos extremos serían la cabeza y el pie derecho. A pesar de ese arqueamiento la figura exhibe una notoria rigidez. Viste de acuerdo a la moda de la época, con túnica, manto y un tocado propio de las mujeres de avanzada edad y de las viudas, prendas todas ellas ricamente doradas y surcadas por rugosos pliegues bastante superficiales que proporcionan juegos de claroscuros a la pieza. Este tipo de drapeados nos recuerdan algunas soluciones utilizadas por escultores góticos del norte de Francia. La Virgen, que presenta un aspecto juvenil peinando una cabellera rubia, viste un brial de escaso escote que le cubre la totalidad del cuerpo. Es azul y está decorado con esgrafiados dorados. Por su parte, María sujeta entre los brazos a Jesús, acción que también realiza su abuela con una de sus manos. El Niño ha sido efigiado con un aspecto similar al de su Madre, aunque con un aspecto aún más aniñado. Viste una túnica dorada y ha perdido la mano derecha, en la cual portaría un atributo o un fruto. Quizás se tratara de la pera, que simboliza el amor de Cristo encarnado por la humanidad. Tampoco sería descartable que no sujetara nada y que estuviera bendiciendo.
Los rasgos faciales de la Virgen y el Niño apenas están esbozados, contrastando de esta manera con los de la Virgen, que muestra unos rasgos bien definidos: cejas arqueadas, ojos almendrados, potente nariz de tabique recto, boca pequeña con los labios cerrados y apretados y sonrosadas mejillas abultadas. Desconocemos la procedencia de esta curiosa pieza de difícil datación puesto que parecemos encontrar diversos elementos de carácter retardatario, motivo por el cual bien pudo ser esculpida ya avanzado el siglo XV.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.