Escuela española. Gótico. Principios del siglo XIV.
"Virgen en Majestad (Sedes Sapientiae)"
Escultura en madera tallada, dorada y policromada.
101 x 46 x 22 cm.
Nos encontramos ante un impresionante ejemplar de la Virgen con el Niño entronizada, también denominada Virgen en Majestad o Sedes Sapientiae, que se encuentra en un excelente estado de conservación más allá de la presencia de algunas pequeñas pérdidas volumétricas en las piernas de la Virgen o de diminutas marcas de un antiguo ataque de xilófagos. Su estado de conservación, la calidad escultórica de la pieza y la excelente policromía la convierten en una obra de crecido interés. Como suele ocurrir en numerosas ocasiones con este tipo de piezas, la escultura está únicamente tallada por la parte delantera, de suerte que la trasera, con la excepción de parte de la cabeza y la corona se ha dejado sin labrar, e incluso se ha ahuecado para aligerar el peso.
Con el término latino Sedes Sapientiae (Asiento de la Sabiduría o Trono de la Sabiduría) se viene a denominar la iconografía medieval predilecta de la Virgen con el Niño. La Virgen, madre de Jesús, es su principal soporte, el “trono” de la sabiduría. Esta designación fue utilizada por primera vez en los siglos XI y XII por Peter Damiani y Guibert de Nogent, para comparar a la Virgen María con el trono de Salomón. El origen de estas representaciones es bizantino, con un movimiento que culmina con la Reforma Gregoriana (1073), popularizándose a partir de entonces en la Iglesia de Occidente. Como es frecuente en este tipo de representaciones góticas, la Virgen ha sido retratada en posición frontal, con el cuerpo rígido y un hieratismo general que la confieren un aura de majestad e intemporalidad. Parece estar sentada sobre un trono que carece de respaldo.
La Virgen coloca su mano izquierda sobre el hombro izquierdo de su Hijo –detalle que lleva a la profesora Clara Fernández-Ladreda a denominar a esta tipología de grupos de la Virgen con el Niño como “Vírgenes de apoyo”–, mostrando una relación cercana y afectuosa entre Madre e Hijo. Por su parte, extiende el brazo derecho y mantiene la mano con la palma hacia arriba y sujetando entre sus dedos un fruto. Parece tratarse de una pera, que, junto con la manzana, son los dos frutos más usuales en este tipo de representaciones.
María presenta un bellísimo rostro que contrasta con la seriedad de su semblante. Posee grandes ojos negros almendrados, en los que se han remarcado los párpados y las pestañas mediante la policromía, la cual también se ha utilizado para sonrosarle las mejillas y el mentón. Tiene una amplia nariz muy naturalista con las fosas labradas, una pequeña boca cerrada y un potente mentón y papada. Peina dorados cabellos que caen simétricamente a ambos lados del rostro en guedejas sinuosas llegando hasta la espalda. Lleva la cabeza cubierta por un velo azulado con una orla dorada ceñida por los bordes. Sobre éste, María va tocada por una corona de grandes proporciones decorada en su franja media por una sucesión de piedras preciosas romboidales alternamente rojas y verdes. En el pecho luce un medallón dorado conformado por una especie de cabujón central rodeado de otros similares, pero de menor tamaño.
La Virgen viste una larga túnica de escote parabólico que le cubre todo el cuerpo, del que tan solo escapan la cabeza, manos y las puntas afiladas de los zapatos. Es azul y está decorada a trechos por pares de franjas horizontales doradas delimitadas por unos finos bordes rojos. Por encima tiene echado un manto dorado con las solapas del cuello dobladas. Le cubre los hombros, la espalda, el abdomen, la pierna derecha y, además, sirve en el muslo izquierdo de separación entre Madre e Hijo. Este último, el Niño Jesús, descansa sobre el regazo materno. Está sentado sobre la rodilla izquierda de su Madre, con las piernas abiertas y los pies tocando la otra rodilla de la Virgen. Esta tipología constituye uno de los tipos iconográficos más difundidos, que, según Georg Weise, tiene su origen en la Virgen de la Esclavitud de la catedral de Vitoria, fechable a finales del siglo XIII. A pesar de que la efigie de Jesús también ha sido concebida con una notoria rigidez, ésta se ve suavizada por el detalle de mantener una de las piernas dobladas. Mira al espectador, al que otorga su bendición con la mano derecha, mientras que entre los dedos de la izquierda sujeta un libro abierto. Viste una amplia túnica blanca decorada con motivos romboidales inscritos dentro de otros rombos rojos y azules, colores que también localizamos en el cuello y en las mangas. Por encima tiene echado un manto que le cubre la espada y las piernas. Jesús mantiene un rostro serio e impasible. A pesar de ello los grandes ojos azules le dotan de gran expresividad. La cabeza, que peina una cabellera corta y aplastada a modo de casquete, es redondeada.
Aunque no se puede determinar su procedencia, sin duda estamos ante un más que apreciable conjunto gótico realizado en algún taller del norte de la península fechable en el siglo XIV, quizás en las primeras décadas del mismo. A su notable calidad escultórica hemos de sumar el candor que desprenden ambas figuras y el excelente estado de conservación de su deliciosa policromía.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.