Escuela colonial. Siglo XVIII.
“Verdadero y dulce retrato de Sor Magdalena de la Cruz, franciscana a caballo entre los siglos XV y XVI”
Óleo sobre tela. Reentelado.
58 x 47. Con hornacina: 76 x 79 x 18 cm.
Monja franciscana cordobesa (Aguilar de la Frontera 1487) que, durante muchos años, fue honrada como santa en vida, debido a sus abundantes visiones místicas y milagros, pero que casi -al mismo tiempo- fue declarada hereje por la misma Santa Inquisición.
Retrato que es fiel reflejo de su vida, un corazón inflamado de amor por Jesús crucificado y sus padecimientos, junto a los suyos propios, multitud de cruces que vuelan desde su cabeza y flotan sobre ella, cruces que la tuvieron “crucificada” en vida, pero que no le consiguieron borrar esa sonrisa giocondesca propia de la paz que Dios concede a los elegidos por Él.
Desde los cinco años, en que ya tuvo su primer encuentro con lo inexplicable, hasta los 13 años que ingresa como novicia en el convento de Santa Isabel de los Ángeles de Córdoba, Magdalena no dejó de tener visiones, arrobamientos, “visitas de un familiar” (como ella lo llamaba…), hasta fama de sanadora, conocida en toda Europa. La nobleza y el propio emperador Carlos V la tenían en gran estima y nadie dudaba de su futura canonización debido a sus milagros.
Llegó a ser elegida abadesa de su convento en 1533, desempeñando su priorato durante nueve años.
Amada y odiada, respetada y envidiada por alguna de sus hermanas, fue acusada de que “tales maravillas en ella eran fruto de la acción de los demonios”, y en 1544 fue encarcelada por herejía.
Pasó dos años en la cárcel a la espera de su juicio, pero su anterior fama de santidad y sus buenas relaciones la salvaron de una muerte segura.
Murió en el convento de Andújar (Jaén) en 1560.
Durante las primeras décadas del siglo XVI, su fama de santidad llegó a ser tan grande en España que los nobles pugnaban por conseguir reliquias de la monja. El mismo emperador Carlos V llegó a enviar un emisario en 1527 con las mantillas de su hijo, el futuro Felipe II, para que fuesen bendecidas por la cordobesa Magdalena, reliquias que hoy permanecen en el Real Monasterio del Escorial.
Acompaña de hornacina en madera tallada, dorada y policromada.
Procedencia: Antigua colección particular Castilla.