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LOTE 26

Escuela castellana. Segundo cuarto del siglo XVII.

Estimación
8.000 € / 12.000 €

Escuela castellana. Segundo cuarto del siglo XVII.

“Busto relicario de San Marceliano”

Escultura en madera tallada, policromada y dorada. 

110 x 80 x 66 cm.

El Concilio de Trento (1545-1563) potenció decisivamente el culto a los mártires como reafirmación del dogma de fe de la Comunión de los Santos, una doctrina que también afectaba a la veneración de sus reliquias e imágenes. En la sesión XXV del Concilio, celebrada durante el año 1563, quedó definida y supuso el rechazo de la enseñanza protestante en este punto. Oficialmente se establece que los obispos: “Instruyan también a los fieles en que deben venerar los santos cuerpos de los santos mártires, y de otros que viven con Cristo, que fueron miembros vivos del mismo Cristo, y templos del Espíritu Santo, por quien han de resucitar a la vida eterna para ser glorificados, y por los cuales concede Dios muchos beneficios a los hombres; de suerte que deben ser absolutamente condenados… los que afirman que no se deben honrar, ni venerar las reliquias de los santos… con el fin de alcanzar su socorro: pues se halla establecido en los decretos de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las imágenes”. A la vez, por contrapartida, se adoptan disposiciones para evitar errores doctrinales y abusos de prácticas: “Destiérrese absolutamente toda superstición en la invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida. Y para que se cumplan con mayor exactitud… establece el santo Concilio que no se han de adoptar nuevas reliquias, de no reconocerlas y aprobarlas el mismo Obispo”.

El busto que presentamos es una pieza verdaderamente excepcional por las colosales dimensiones que posee, lo que quizás sea indicativo de que presidió un retablo relicario. Se trata de un busto relicario parlante dedicado al mártir San Marceliano, como así lo indica una inscripción situada en la parte interior de la peana: "CORPVS S. MARCELLIANI MARTYRIS". San Marcelino, cuya historia siempre aparece unida a la de su hermano gemelo San Marcelo, fue un diácono venerado como santo que sufrió el martirio durante las persecuciones contra los cristianos dictadas por el emperador Diocleciano. Ambos fueron martirizados en un bosque y sus restos enterrados en la Vía Ardeatina, cerca de las Catacumbas de Domitila.

El busto, que asienta sobre una peana rectangular y de doble altura decorada con rosetas en su parte media, posee un carácter monumental, presentando al santo hasta un poco más debajo de la cintura, de suerte que se observa la cuerda con la que tiene ajustada la túnica a la cintura. Presenta una cabeza ovalada y está ligerísimamente inclinada hacia la derecha. El rostro muestra un semblante un tanto indolente, con los ojos almendrados fijos en el infinito, potente nariz con las aletas remarcadas, boca cerrada compuesta por labios carnosos y apretados, y ligera papada. Peina una larga cabellera de aspecto clásico y simétrico compuesta por numerosas guedejas ondulantes que caen a ambos lados del rostro y por la espalda, rematando de manera acaracolada. El anónimo escultor se ha ocupado de labrar de forma pormenorizada cada uno de dichos mechones.

En el pecho presenta una teca de forma oval circundada por resplandores dorados y cerrada por un cristal –es el original que se le puso cuando se labró la pieza– que protegería las reliquias ex ossibus que acogería en su interior y que pertenecerían al santo efigiado. En el interior volvemos a ver, esta vez pintada sobre el fondo, una forma oval que desprende resplandores dorados alternativamente curvos y rectos. Puede que este motivo tuviera una función meramente decorativa, aunque tampoco cabría descartar que en su interior llevara la reliquia o reliquias para las que se elaboró el busto relicario.

El santo eleva la mano derecha, entre cuyos dedos sujetaría, como ya hemos referido, un atributo o bien una palma del martirio, por desgracia perdido, mientras que la otra se la lleva al manto, como queriéndolo recoger a la vez que tiene el dedo índice extendido. Porta una riquísima indumentaria, de suerte que parece caracterizar a un personaje de la nobleza. Viste túnica roja, con el cuello vuelto, decorada con delicados estofados que presentan motivos vegetales dorados, y un manto que le cubre la parte izquierda del cuerpo, tanto el hombro como el brazo, aunque deja libre la mano, y también la parte baja de la cintura. Esta prenda es de tonos ocres y está decorada con finas labores geométricas y vegetales en diversos colores.

Por las características técnicas de la pieza, que posee una notable calidad y un estado de conservación ciertamente bueno, amén del cristal original, parece que estamos ante una escultura labrada por un anónimo maestro castellano que mantuvo taller abierto a lo largo del segundo cuarto del siglo XVII, y probablemente la realizó hacia los comienzos del referido periodo.

D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.