Escuela castellana. Principios del siglo XIV. Transición entre Románico y Gótico.
"Virgen Majestad, Sedes Sapientae".
Escultura en madera tallada y policromada.
65 x 23 x 19 cm.
El culto a la Virgen María es uno de los predilectos de los últimos siglos de la Edad Media, copando, junto a Cristo Crucificado y algunos santos populares, buena parte de la producción imaginera del momento. Esta bonita e ingenua Maiestas Mariae o Virgen con el Niño en majestad, heredera de la Theotokos bizantina, nos muestra a la Virgen como trono de Cristo. A pesar de tratarse de una pieza con algunas pequeñas pérdidas de policromía y de material, sobresale en ella la notable calidad de tallado y su ingenuo candor. El grupo escultórico no está labrado ni policromado por su parte trasera, más bien al contrario, puesto que presenta una gran oquedad, sin duda debido a que se querría aligerar su peso.
La Virgen ha sido concebida en posición frontal, con un notable hieratismo. Está sentada sobre un trono bajo al que no se ha labrado el respaldo y que es tan solo perceptible en los laterales y a los pies de la Virgen. En estos laterales observamos dos pares de tres molduras rectangulares separadas por una pintura que parece mostrar una arcada en azul y blanco que a buen seguro formará parte de la policromía primigenia. María presenta un canon corto y una desproporción anatómica en las piernas, siendo algo cortas. La cabeza es ovalada y con unos rasgos faciales ciertamente expresivos: cejas curvas, grandes ojos almendrados dispuestos en oblicuo, enorme nariz aguileña, boca cerrada de finos labios y potente mentón. Lleva la cabeza tocada por una gran corona de aspecto torreado rematada con flores de lis, símbolo de la maternidad divina y del poder real. Viste zapatos rojizos en punta; una larga túnica, ajustada a la cintura por un ceñidor, en cuya superficie se desarrollan decoraciones geométricas, y escote rectangular; manto echado sobre los hombros; y un velo que le cubre la cabellera y sirve de asiento a la corona. Por desgracia, el brazo derecho ha sido seccionado, aunque a buen seguro portaría entre sus dedos algún atributo o fruta –se trataría de la manzana que simboliza su victoria sobre el pecado y su conversión en la nueva Eva–. Por su parte, con la mano izquierda sujeta a su Hijo, que está sentado sobre su rodilla izquierda, rompiendo con ello toda frontalidad y simetría en el grupo materno-filial.
Por su parte, el Niño Jesús muestra a simple vista una notoria desproporción dado que padece una acusada macrocefalia. La cabeza viene a repetir buena parte de los rasgos faciales vistos en la Madre, aunque en esta ocasión podemos observar el peinado, laborado a base de mechones compactos. Viste una amplia túnica que le cubre la totalidad del cuerpo a excepción de las extremidades. El ropaje, que parece mostrar la policromía original, es blanco y está decorado a base de formas geométricas –similares a las de la túnica materna– muy sumarias en tonos rojos y azules. Ha perdido el brazo y mano derechos. Desconocemos que haría o portaría en esa mano, quizás estaría realizando una bendición. Por su parte, en la mano izquierda sujeta un libro cerrado que simboliza la divina sabiduría de Cristo donde constan las profecías que ha venido a materializar.
Este candoroso grupo escultórico gótico fechable en el siglo XIV, más a bien comienzos de la centuria, sería probablemente labrado en algún obrador localizado en tierras castellanas, sin poder apurar mucho más su procedencia dado que no presenta rasgos especialmente significativos y/o definitorios.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.