Posiblemente escuela valenciana. Primer tercio del siglo XVII.
"El abrazo de San Francisco y Santo Domingo"
Óleo sobre tela. 119,5 x 100 cm.
El tema del abrazo de San Francisco y Santo Domingo, fundadores respectivamente de los franciscanos y los dominicos, fue una iconografía muy difundida en los conventos de ambas órdenes tanto en las representaciones pictóricas como en las escultóricas. Cuenta la leyenda que Santo Domingo coincidió con San Francisco en misa en una iglesia de Roma y que le dijo: “Tú eres mi compañero; conmigo recorrerás el mundo. Establezcamos entre nosotros un compromiso de colaboración. Seamos fieles a Cristo, y no habrá adversario que pueda vencernos”. Por lo tanto, el referido abrazo, sea historia o leyenda, viene a representar el hermanamiento de ambas órdenes misioneras, apostólicas y mendicantes.
El cuadro que nos concita presenta este episodio, pero no como suele ser habitual con los dos santos abrazos de pie sino con la particularidad de que ambos santos están arrodillados y entre ellos media la Cruz de Cristo, a la que ambos sirvieron con denodado esfuerzo. Sin lugar a dudas esta rareza iconográfica aporta al lienzo un valor extra. El anónimo pintor ha dispuesto en un primer plano las monumentales efigies de ambos santos arrodillados (Santo Domingo a la izquierda, lo que podría indicarnos que lo mandó realizar un convento o particular afecto a la causa de los Predicadores, y San Francisco a la derecha) y abrazándose, mediando entre ellos una cruz que ocupa toda la altura del lienzo. La estructura que conforman ambos santos es triangular, reforzándose esa forma geométrica gracias a los planos inclinados que dibujan los árboles que cierran la composición por los lados. Entre medias se observa un cielo nuboso y abajo en la lejanía lo que parece un promontorio coronado por una arquitectura en ruinas que proporciona al lienzo un punto de fuga y la sensación de profundidad.
Ambos santos, vestidos con los hábitos de sus respectivas Órdenes –Santo Domingo el bicolor compuesto por túnica y escapulario blancos y manto negro, y San Francisco con un sencillo sayal de estameña parda ceñido a la cintura por un cordón franciscano– poseen unas formas rotundas, de apariencia cuasi escultórica, y están construidos con un dibujo preciso y correcto. Posan sus manos respectivamente sobre los hombros del otro, pudiéndose observar el estigma en la mano de San Francisco. Los estilizados dedos están pintados con minuciosidad, al igual que las cabezas con pinceladas pequeñas y prietas que van definiendo los rasgos faciales y los peinados o más bien tonsuras. Los rostros, de facciones angulosas y perfiles puntiagudos, están captados con precisión, si bien presentan semblantes inexpresivos. El pintor ha utilizado un colorido terroso de entonaciones calientes, en el que predominan los marrones, azules oscuros amén del blanco y el negro. Por la forma de concebir ambas figuras y las hojas de los árboles, y algunos detalles como el paisaje que se pierde en la lejanía bien pudiera tratarse de un lienzo ejecutado en algún taller valenciano, o aragonés, del primer naturalismo, fechable por lo tanto en el primer tercio del siglo XVII.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.