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LOTE 37

Escuela española. Anónimo manierista. Finales del siglo XVI.

Estimación
10.000 € / 12.000 €

Escuela española. Anónimo manierista. Finales del siglo XVI.
"Aparición de Cristo a Santa Catalina de Siena"
Óleo sobre tabla.
54 x 41 cm. Medidas marco: 64,5 x 51,5 cm.
Catalina de Siena es una de las santas y místicas más relevantes de la Orden Dominica o de Padres Predicadores fundada por Santo Domingo de Guzmán. La presente tabla, que conserva su marco original (54 x 41 cm. Con el marco: 64,5 x 51,5 cm) de madera labrada y dorada, representa uno de los episodios más relevantes de la vida de la santa italiana, concretamente aquel en el que se le aparece Cristo portando en la mano un corazón de un color rojo resplandeciente. Le abrió el pecho, se lo introdujo y le dijo: “Hija, el otro día me llevé tu corazón; hoy te entrego el mío y de aquí en adelante lo tendrás para siempre”. Ese milagro previo al que alude Cristo era el “matrimonio místico” entre ambos, en el cual la santa ofreció un espléndido anillo a cambio de su corazón.
El anónimo pintor ha concebido el relato con cuatro personajes agrupados por parejas escalonadas en profundidad y dispuestas sobre un fondo desnudo, cuasi abstracto que parece reflejar una estancia desornamentada. En primer término, se sitúan Santa Catalina de Siena y Cristo, mientras que detrás encuentran acomodo dos ángeles que completan y compensan la composición tanto por el espacio que ocupan como por el colorido que presentan sus alas y túnicas, que van conjuntadas: violeta en el caso de uno y amarillo en el del otro.
Santa Catalina, que viste su característico hábito dominico y tiene dispuesta sobre la frente una corona de espinas –atributo consustancial de la italiana– abre los brazos con espíritu sorprendido ante la aparición de Cristo que procede a entregarle el corazón que hemos visto que se relata en la narración. Uno de los ángeles, el de las alas y túnica violeta procede a agarrarla de los hombros para calmarla y confortarla, mientras que el otro ángel parece asistir a la escena como un simple espectador. Por su parte Cristo, que viste una sencilla túnica azul y manto terroso, avanza hacia la santa mientras la ofrece el corazón y se sujeta el manto con la mano izquierda, pose que le otorga cierta elegancia a pesar del notorio envaramiento de su cuerpo, máxima que se cumple en el resto de personajes. Sin embargo, ese envaramiento o estatismo no se encuentra exento de una cierta nobleza y trascendencia.
Los personajes están construidos con un dibujo correcto y un modelado no excesivamente preciso en lo que concierte a los hábitos, que adolecen de cierta planitud y acartonamiento. Bien diferente es la forma de concebir los rostros –especialmente el de Cristo, en los que los rasgos, de facciones angulosas y perfiles puntiagudos, están captados con precisión–  que presentan semblantes inexpresivos. La cabeza de Cristo, de la que emana un resplandor dorado, es portentosa y está llena de dulzura y delicadeza. Los rasgos faciales, barba y cabello están tratados con una minuciosidad que no encontramos en el resto de personajes. El pintor ha utilizado un colorido dulce, en el que ha sabido compensar las gamas frías de unos ropajes con las calientes de otras. Todas estas características, amén de la utilización de un canon estilizado, nos llevan a asignar la pieza a algún interesante pintor manierista de escuela española que desarrolló su magisterio en las últimas décadas del siglo XVI.
Agradecemos a D. Javier Baladrón, doctor en Historia del Arte, por la identificación y catalogación de esta obra.