Escuela española. Zamora. Círculo de Gil de Encinas. Primer tercio del siglo XVI.
Óleo sobre tabla. 118 x 84 cm.
Nuestra pintura, pertenecería a un autor de la zona de Zamora, cercana a Gil de Encinas (Antiguo maestro del Trascoro de la Catedral) y tiene influencia de Juan de Flandes.
Como comparativa estilística, encontramos, por ejemplo, el retablo de San Adrián del Valle en León, obra de taller, por tanto, de inferior calidad a nuestra pintura, pero aun así las coincidencias son notables.
Así mismo, dos tablas atribuidas a Juan Tejerina, no documentadas, porque no hay documentación que avale la relación de ninguna pintura con Juan de Tejerina, al contrario de lo que ocurre con Gil de Encinas, documentado en el retablo de Horcajo de la Torre y que sirve de base a las posteriores atribuciones como esta.
Esta interesante tabla renacentista representa el episodio de la vocación de San Pedro y San Andrés, que San Mateo narrara con las siguientes palabras: “Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores, y les dice: «Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres.» Y ellos al instante, dejando las redes, le siguieron” (Mateo 4, 18-20). La tabla se divide claramente en dos grandes espacios: el primer término con las monumentales efigies de los protagonistas de la escuela, y el fondo con un espectacular paisaje deliciosamente concebido a base de tonos azulados.
Efectivamente, en primer término, se observan las monumentales figuras de Cristo, en el borde de la tierra, que hace un gesto con su mano derecha para llamar la atención de San Pedro, el cual solícito le corresponde disponiendo sus manos en actitud orante. Cristo pose un canon extremadamente alargado, vistiendo una túnica morada y un manto rojizo que recoge con su otra mano a la altura del abdomen, creando un nudo con numerosos plegados. Ya en el agua, sobre una curiosa barca de madera con remos, a la que rodean peces y patos, pues el pintor destaca por su acentuado anecdotismo, se encuentran faenando en el mar de Galilea los hermanos San Andrés y San Pablo, claramente identificables por su barba y por sus actitudes. Así, San Andrés ha sido caracterizado con barba puntiaguda, rostro concentrado y prosiguiendo su tarea de capturar peces con la red, peces que el pintor ha sabido individualizar para romper la monotonía. Por su parte, San Pedro presenta barba redondeada y una calvicie tan solo rota por un pequeño mechón circular en la frente. Al ver a Cristo ha dejado su tarea y se ha girado hacia Él juntando las manos en actitud devota recibiendo la llamada que Cristo le hace muy sutilmente con la mano derecha. Los tres personajes están dibujados con una pincelada certera y apretada que lleva a captar el mayor número de detalles en las cabezas, no tanto en las vestimentas que están algo más abocetadas y recorridas por plegados de amplias líneas curvilíneas. Los rasgos son menudos, los semblantes pensativos y las manos grandes.
El fondo del cuadro, al que el pintor ha dado gran importancia, lo componen un espléndido paisaje montañoso azulado y brumoso, flanqueado por grandes masas arbóreas tratadas con minuciosidad, y por encima un limpio cielo azul con nubes filamentosas en el extremo superior. Se observa un colorido vivo y repleto de matices, si bien todo lo contrario acontece en Cristo y sus discípulos. Hay un detalle que llama la atención en la arboleda situada en el lado izquierdo y es que el anónimo pintor ha introducido una escena anecdótica y para nada contemporánea al hecho principal que se narra en la tabla. Parece tratarse del ahorcamiento en un árbol de Judas Iscariote tras haber traicionado a Jesucristo por treinta piezas de plata.
El hecho de que la tabla nos presente una iconografía tan poco común nos lleva a pensar que pudo formar parte de un retablo puesto bajo la advocación del primero de los Papas y en el que se desarrollaría un ciclo en que tendr