Atribuido a Juan Patricio Morlete (San Miguel el Grande, Guanajuato, México, 1713/1715 - México, 1772)
"Entrada triunfal de Alejandro en Babilonia"
Biombo de seis hojas. Óleo sobre tela. 192 x 312 cm. Falta la primera hoja.
En el Museo Nacional de San Carlos de México, estuvo expuesto el año 2015, como parte de la exposición permanente "Neoclasicismo", un óleo sobre tela (s.f.) de Juan Patricio Morlete con la misma temática e importantes semejanzas compositivas con nuestra pieza. También de Morlete es una tela, de gran parecido con la anterior, que forma parte del patrimonio artístico de Fomento Cultural Banamex. Es una de las pinturas del conjunto sobre las batallas de Alejandro Magno que realizó nuestro autor en 1767, inspiradas, como nos indica Ilona Katzew (2014), en grabados de una serie monumental de Charles Le Brun (París, 1619 - 1690) de "Los Triunfos de Alejandro Magno", que habían sido encargados por Luis XIV y enviados a gobernantes europeos por el carácter propagandístico de los cuadros. Uno de los grabados, de Jean Audran (Lyon, 1667 - París, 1756), se encuentra en el Museu Nacional d’Art de Catalunya.
Nos resulta curioso que nuestra obra esté representada a la inversa con respecto a las dos telas que mencionamos, a los grabados y al cuadro original de Le Brun (1665), que se encuentra expuesto en el Museo del Louvre. Esto puede ser debido a que, tratándose de un biombo y no de una pintura fija, la ubicación final del mueble influyera en que el autor decidiera desarrollar la escena en esa dirección, dando por supuesto que se tratara de un encargo, que es lo más probable. Además, el autor traslada la escena a un ambiente con mayor vegetación y sin estructuras arquitectónicas, varía el tratamiento del color añadiendo más tonalidades rojizas, incorpora algunos elementos autóctonos (plumas, mantos, etc.) e incluso traza, a nuestro juicio, unos rostros con rasgos más indígenas. Es sabido que Morlete hacía en ocasiones, a modo de divertimento o porque el encargo así lo requería, variaciones del grabado original, aumentando los márgenes o añadiendo personajes y vegetación, lo que podría explicar estas modificaciones.
De todas formas, además del parecido evidente en la temática, la composición y los elementos principales de la obra, nos gustaría destacar, ahondando en esta comparativa, el tratamiento que hace el autor de los caballos, dándoles una expresividad especial, como si se tratara de un retrato o como si quisiera humanizarlos o atribuirles una cierta personalidad, con unos rasgos muy característicos que son reconocibles en las tres obras que nos ocupan.
En cuanto al soporte de nuestra pieza, los biombos llegaron al Nuevo Mundo por medio de la ruta que unía el Lejano Oriente y España a través de México, con la embarcación conocida como la Nao de China o Galeón de Manila. No se conoce con exactitud cuál fue el primer contacto de la sociedad novohispana con este y otros productos de orígenes asiáticos, pero se sabe que ya formaban parte de las embarcaciones en 1585, cuando una embajada japonesa pasó por la ciudad de México en su viaje para visitar a Felipe II y al papa Gregorio XIII. Nos recuerda Katzew (2014), además, que los biombos también fueron protagonistas en 1614 en un obsequio del sogún japonés Tokugawa Ieyasu (Okazaki, 1543 - Shizuoka, 1616) al virrey Luis de Velasco (1607 - 1611).
Este intercambio creciente entre la civilización asiática y la América colonial no es casual, se enmarca en un contexto de empoderamiento de los criollos en el que aumentaban "los sentimientos contrarios a España" y, según el profesor Gauvin A. Bailey (2007), "el arte asiático proporcionó a los hispanoamericanos un medio para expresar su orgullo por la antigüedad indígena de su tierra".
Volviendo a los biombos, estos gozaron de una gran popularidad en las casas novohispanas, llegando a ser un mobiliario imprescindible en prácticamente todos los hogares de la época, sin importar demasiado las condiciones económicas; de hech